jueves, 4 de septiembre de 2014

Historia Migratoria de la Rep. Argentina: Desde el Regreso de la Democracia Hasta la Ley 25.871


Con el regreso de la democracia de la mano de Raúl Alfonsín se decreta una Amnistía para los ilegales, se quería fomentar las migraciones, pero en 1985 se vuelve a una política restrictiva debida a la crisis económica que atravesaba el país. Esta crisis provoca una de las más grandes Emigraciones de Argentinos, especialmente profesionales: la llamada fuga de cerebros. Como una curiosidad migratoria de la época, es el acuerdo firmado con la República de Corea para permitir la radicación de coreanos en la República Argentina, esta acción sale de los esquemas de la política migratoria histórica del país.
En  1987 el gobierno radical dicta un reglamento para la Ley Videla, establece una serie de requisitos y criterios de radicación de la cual era muy difícil enmarcarse si uno era un migrante promedio de un país limítrofe, únicamente si tenían padre o madre argentino, cónyuge argentino o hijo argentino, se hacía plausible radicarse. Era dificultoso conseguir los papeles en tiempo y forma, y cuando se conseguía todo tardaba tanto que al momento de entregarlos había grandes posibilidades que le rechazaran el trámite porque tenía algún rubro vencido. Era muy exigente para la época.
En 1989 asume la presidencia Carlos Saúl Menem. Durante su presidencia establece la necesidad de más control sobre las migraciones, para contrarrestar con las nuevas modalidades de crimen internacional. Menem decreta otra Amnistía para los ilegales y la República Argentina firma un acuerdo con la República de Perú. También dentro del marco normativo aparece el decreto 1033/92. En 1993 la DNM comienza aumentar los operativos y realizaba expulsiones inmediatas si era necesario. Aparece el fenómeno de las “ocupaciones”, donde los migrantes usurpaban casas que no le eran propias, pero esta problemática no sólo se limitaba a los migrante como muchas veces se publicaban en los medios, el hecho de ser extranjeros y pobres era más notorio. En los años 90’s se comenzó a acentuar una “retórica de exclusión”, semilla plantada con la aparición de la Ley Videla. Muchos de los problemas sociales de esta década, eran efectos no deseados de las reformas neoliberales del gobierno de Menem. Temas como el desempleo y la delincuencia comenzaron a ser vistos de a poco como culpa de los migrantes, para ser más especifico los de origen boliviano, peruano y paraguayo. La ley Videla sirvió a los intereses del gobierno del momento.
Otro tema imperante en esta época es la vuelta del concepto de sanidad pública, los migrantes, especialmente de los países limítrofes podían traer enfermedades infecciosas peligrosas poniendo en peligro la población y ser una posible carga para el sistema de salud. El cónsul de Francia en la entrevista que se le realizó para este trabajo hace mención que muchas enfermedades que se había erradicado de Europa están apareciendo de nuevo en el viejo continente por culpa de los migrantes (Sonzini Astudillo; 2011). Muchas enfermedades como la Tuberculosis son enfermedades que uno puede asociar con la pobreza, porque  la gente carenciada no tienen los medios para la prevención o para curarse si la contrajera, y no con la condición de ser migrante y menos de un país limítrofe. Hay que agregar, que no hubo grandes pandemias en estos años como la que se vivió con la fiebre porcina del 2009, que vino desde el hemisferio Norte. En el hemisferio sur en todo caso puede haber epidemias de cólera o de fiebre amarilla pero los gobiernos locales en mayor o menor medida saben cómo manejar estas situaciones. 
Durante esta etapa del gobierno de Menem se establecen los criterios de radicación agregando algunos nuevos, pero los migrantes limítrofes en promedio no podían enmarcarse dentro de la mayoría de estos criterios, al menos que tuviesen padre o madre argentino, cónyuge de un argentino o tener un hijo argentino. La posición de la Argentina sobre la cuestión migratoria se ve plasmada en la manifestación  del Canciller del momento, Guido di Tella, quien expresó en una conferencia “Queremos resaltar que el derecho de migrar y a no migrar, y la viabilidad para su ejercicio es responsabilidad de la comunidad internacional en su conjunto” (di Tella en Novick; 2004, p 30). “Argentina tiene una buena predisposición para recibir migrantes, pero no renuncia a su derecho de controlar y regular los flujos migratorios”. (Novick; 2004, p 30). Había una intención manifiesta del gobierno de Menem de atraer migrantes de Europa del Este y Central, esto sería articulado a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero no tuvo el éxito que se esperaba sólo 400 personas accedieron a venir a Argentina (Novick; 2004; p 30). Los europeos del este y del centro no estaban interesados en inmigrar masivamente en búsqueda de trabajo a una tierra lejana como Argentina, debido al hecho que ellos tenían uno de los mercados de trabajos más grandes y dinámicos del mundo, con un sistema de seguridad social muy bien desarrollado en los países de la Unión Europea. Si lograban insertarse en estos países, no sólo tenían asegurado cierto bienestar material, sino también, estabilidad con una buena calidad de vida. Aquí se puede observar lo difícil que es generar una corriente migratoria artificialmente, si no están dadas las condiciones necesarias. Las personas no migran voluntariamente. Autores como Douglas S. Massey sostienen que la mayoría de los migrantes le dan preeminencia a la buena calidad de vida y a la seguridad ontológica,  pueden migrar a lugares donde saben que van a cobrar menos, pero también saben que tienen acceso a un buen sistema de hospitales públicos o una buena educación para sus hijos, esto también es observable en muchas de las migraciones actuales de los países limítrofes a Argentina, es la visión que ellos  tienen del país (Cave; 2011), pero esto se verá más adelante en otros post.
Ahora vamos a retroceder y detenernos sobre un concepto que esgrimió Guido di Tella,  el derecho de no migrar, “es el derecho que tiene toda persona a permanecer en el lugar donde habita y desarrollar su vida económica y social, sin necesidad de trasladarse a otra parte para mantener una sobrevivencia” (Marmora; 2004, p 111). El Estado tiene la obligación de crear las condiciones para que las personas no se vean obligadas a migrar. Lo que manifiesta di Tella es la responsabilidad de los otros Estados sobre sus poblaciones, que tomen medidas  para asegurar que la gente no se vea obligada a migrar a otros países. El centro de la cuestión es que a veces algunos países no toman medidas para evitar la salida de emigrantes de su territorio, con el motivo de aliviar problemas sociales en sus territorios, traslada sus problemas de desempleo, por ejemplo, a otro país.

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