En posts
anteriores, se planteó que Argentina históricamente tuvo como objetivo de su
política migratoria a Europa, teniendo una política de puertas abiertas a sus
inmigrantes, mientras las migraciones de los países limítrofes eran motivo de
preocupación y necesitaban ser controladas. Se desarrollará brevemente la
historia de las migraciones a Argentina desde fines del siglo XIX hasta
principios del siglo XXI, para poder resaltar el marcado cambio en la política
migratoria de la República Argentina, que comienza en el 2004.
La política migratoria de la República Argentina era de puertas abiertas
para las migraciones Europeas, como ya hemos mencionado, el modelo agro-exportador
necesitaba mano de obra. Argentina a mediados del siglo XIX era un lugar
bastante despoblado en relación al tamaño territorial. Con una política
migratoria efectiva entre 1881 y 1941, la población creció 4.2 millones (OIM;
2010). Dividiendo por nacionalidad estos flujos de migrantes revelan: 2
millones provenían de Italia, 1.2 de España, 170.000 de Francia y 160.000 de
Rusia (OIM; 2010). Para tener una perspectiva de este fenómeno hay que pensar
que en 1914 el 30% de la población de Argentina era de origen extranjera (OIM;
2010). Este es uno de los factores decisivos al concepto muy arraigado en la
identidad cultural de la República Argentina, que este es un país de
inmigrantes[1]
y una parte fundamental de la identidad social. Fernando Devoto en una nota que
hizo para el diario interno de la DNM afirma “La industria argentina fue creada
por los inmigrantes, la agricultura también es hija de inmigración” (Devoto;
2010, 3). Es interesante contrastar esta imagen de la inmigración Argentina con
la de Estados Unidos, mientras la primera estaba en plena etapa de política de
puertas abiertas la segunda ya en 1924 tomaba medidas para prohibir las migraciones masivas (Huntington;
2004).
Durante esta etapa hubo momentos particulares donde el Estado no veía con
tan buenos ojos a las inmigraciones, por ejemplo: con la llegada de los
primeros anarquistas españoles, que provocaron disturbios y malestar social,
llevaron inevitablemente a la prohibición de ingreso al país. En términos
sencillos alteraban el primer y el segundo interés de la identidad corporativa
de Wendt, por ende no eran bienvenidos. Pero más allá de estos casos puntuales
se alababa la llegada de los migrantes Europeos, se asociaba estas migraciones
con el progreso y el desarrollo de la Argentina, eran considerados agentes
civilizadores y que traían el desarrollo al país. Esta circunstancia es
fundamental en Argentina y es donde los migrantes son vistos como piezas
fundamentales del proyecto país satisfaciendo el cuarto interés de Wendt, el de
la identidad corporativa y esto se da de tal manera que define una faceta de la
identidad social de la Argentina. Esta primera gran ola cimentó la afinidad
cultural, comercial y política a la República Argentina con el viejo
continente, lazos que siguen en pie hasta el día de hoy. También esto
condicionará la visión de Argentina sobre las migraciones, quienes deben venir
y su rol como receptor, por las próximas generaciones.
La imagen está condicionada por la
visión y ésta depende de la identidad. La imagen del mundo es construida, no es
una copia de la realidad, sino una visión en particular que destaca y descarta
cosas, según las necesidades del actor y sus intereses. La realidad como tal,
es percibida por el Estado y éste tiene una visión condicionada por una
multiplicidad de factores culturales que le son propios y algunos son
compartidos, por lo tanto no es una reconstrucción exacta de una realidad
fáctica. Este concepto en particular es lo que se desarrollará en los próximos
posts.
[1] La
mayoría de las personas en Argentina, tienen al menos un abuelo o bisabuelo que
llegó en esta etapa y pasaron por el hotel migratorio, el equivalente Argentino
de la Isla de Ellis en Estados Unidos de América.
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